
Por Ricardo Mata
He seguido con interés el proceso de elección del nuevo alguacil o “sheriff” tras la renuncia del señor Pendergraph. En su lugar, los demócratas eligieron a Nikita “Nick” Mackey como su sucesor. Veo la situación y recuerdo aquella frase que dice “Vamos de Guatemala a Guatepeor”.
Sin duda, este asunto conlleva una buena dosis de racismo. En pleno siglo 21, todavía hay gente blanca que no quiere ver a ningún afroamericano en ninguna posición de importancia y mucho menos de alguacil. Por el otro lado, hay muchos Afroamericanos que quieren ver a uno de los suyos, sea quien sea, en una posición de importancia en el gobierno. Ambas posiciones son erradas, una por racista y la otra por cegada.
Sin embargo, si dejamos de lado el asunto racial y nos enfocamos en la integridad del señor Mackey encontramos un individuo que no tiene la talla moral para el cargo al que aspira.
Mackey trae consigo un historial preocupante. Trabajó en el departamento de policía y por lo que se ha logrado saber, su trabajo dejó mucho que desear. Entre otras cosas, se le acusa de mentir varias veces al reportar un número de horas “trabajadas” mucho mayor al número verdadero.
El dice que renunció a la policía para concentrase en sus estudios de derecho. Sus detractores dicen que renunció porque estaba a punto de ser despedido por mentiroso y sinvergüenza. No se sabe nada con seguridad porque Mackey rehúsa hablar del asunto.
En Agosto del 2003 se graduó de abogado y comenzó a ejercer como tal. Desde ese año, el colegio de abogados de Carolina del Norte ha recibido una cantidad de quejas contra él y ha iniciado varias investigaciones por su trabajo. Entre otras cosas, se le acusa de llegar tarde a la corte en varias oportunidades o simplemente de no aparecer para nada y dejar a sus clientes sin representación legal lo que les ha causado problemas aún mayores.
En octubre del 2005 se declaró en bancarrota alegando que se le hacía imposible pagar los préstamos estudiantiles que pidió para costearse sus estudios de derecho. Los detalles de esa bancarrota también son bastante misteriosos y nuevamente se niega a hablar del tema. Solamente se sabe que se lavó las manos y dejó de pagar más de 225.000 dólares que debía.
La posición de alguacil requiere una moral intachable e irreprochable. La lista de misterios que rodean a Mackey es larga y alarmante por lo que lo descalifica para ese puesto.
Me bastó verlo en una rueda de prensa que dio por televisión para darme cuenta de lo que es el individuo. Su actitud fue arrogante y prepotente. Presentó a la esposa como si fuese un objeto sin importancia y ni siquiera mencionó su nombre. Además, se negó a contestar la mayoría de las preguntas que le hicieron. Sencillamente se comportó como un patán.
En mi opinión, apoyarlo es un error garrafal. Peor aún es creer que va a eliminar el programa 287g o que va a ayudar a los latinos que terminen en la cárcel.
A menos que deje de esconder su pasado y comience a demostrar honestidad y transparencia, Mackey no merece nuestra confianza.
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